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REVISTA ARTES DE MÉXICO | 400 años de Cervantes en México

21/07/2018 - 12:03 am

Vivimos en tiempo de cambios tanto extraordinarios como terribles, donde las viejas formas de transmisión de mitos, leyendas, cuentos, historias y conocimientos “verdaderos”, cuyo soporte era el libro, se han desvanecido con la era digital. Todo parece indicar que el libro impreso se ha vuelto obsoleto. Pero a pesar de esta apresurada consideración, los libros aún se conservan como objetos preciosos en bibliotecas y la labor editorial continúa realizando libros como 400 años de Cervantes en México, cuyo encanto radica en la singular belleza de sus imágenes y en la calidad de sus textos.

Por Enrique Avilés Rodríguez

Ciudad de México, 21 de julio (SinEmbargo/Artes de México).- El poder de los libros radica en el estímulo a la imaginación, las reflexiones que suscita y en el crecimiento de las teorías e ideas que contiene. Este poder detonó la locura en Alonso Quijano. Libros como el Amadís de Gaula, la Historia del famoso caballero Tirante el Blanco, Las Sergas de Esplandián, el Espejo de caballerías transformaron a don Alonso en el caballero andante don Quijote de la Mancha y, aunque pretendieron “curarlo” de la “mala influencia” de estos libros y quemaron numerosos ejemplares, las maravillas, proezas y virtudes de los caballeros estuvieron interiorizadas irremediablemente en don Quijote.

400 años de Cervantes en México contiene una estupenda selección de textos escritos por reconocidos cervantistas y escritores. Esta antología, como todas, expresa el gusto estético y cultura del compilador. De esta forma nos damos cuenta de que la edición es una especie de pinacoteca, pues posee una inédita colección de imágenes relativas a Cervantes, don Quijote y algunos de sus personajes. Aparecen así obras de Juan de la Concha, José del Castillo, Juan Jáuregui, Gustave Doré, Francisco de Goya, Agustín Massé, Joseph-Antoine Decaen, Joaquín Heredia, Pelegrín Clavé, Rafael Ximeno y Planes, José Guadalupe Posada, Roberto Montenegro, Salvador Dalí, Francisco Corzas, Alfredo Zalce, Gabriel Fernández Ledesma, Sofía Bassi, Pedro Coronel, Raúl Anguiano, Pedro Friedeberg, etcétera.

D.R. © Raúl Anguiano, Don Quijote entre el bien y el mal, 1970 / Somaap / México. Fotografía: D.R. © Jesús Flores y Rodrigo Quiñones / Museo Iconográfico del Quijote, Guanajuato.

En este libro se encuentran textos extraordinarios como el de Juan José Arreola sobre Dulcinea y un texto de David Huerta en el que se cita el retrato que Cervantes realizó de sí mismo en el prólogo de las Novelas Ejemplares:

Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y eso mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies.

Se incluyen también fragmentos de los discursos de Carlos Fuentes (1987), Sergio Pitol (2005) y José Emilio Pacheco (2009) que pronunciaron al recibir el Premio Cervantes . Junto a la calidad de estos fragmentos, se suman también a la edición dos textos que se complementan este libro: Las campañas de Sansueña del escritor y filólogo jalisciense Antonio Alatorre y El tal de Shaibedraa’ de la catedrática e investigadora puertorriqueña Luce López-Baralt, que sin duda es la cereza de este libro porque enriquece no sólo el libro, sino toda la tradición cervantina.

Lago hirviente lleno de fieras, en L’Ingénieux hidalgo don Quichotte…, 1780. Biblioteca Rogerio Casas Alatriste – Museo Franz Mayer. Fotografía: D.R. © Jorge Vértiz.

La maestra López-Baralt, con argumentos sólidos, propone que Cervantes añadió a su nombre “Saavedra”, apellido gallego de cristianos viejos, que oculta el sobrenombre que, durante cinco años de cautiverio en Argel, le fue impuesto a Cervantes: Shaibedraa’, que significa el baldado, el tullido. Cervantes lo asumiría con orgullo militar, pues su lesión fue producto de un arcabuzazo recibido en la tremenda batalla de Lepanto. Fue hasta que pagaron su rescate que comenzó a firmar como Miguel de Cervantes Saavedra. La experiencia carcelaria y la impronta de la cultura árabe quedaron inscritas en su nombre y también es su obra principal. En el prólogo al El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha Cervantes escribe:

¿Qué podría engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación? (…) Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de don Quijote, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte casi con lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres.

Esto parece indicar que el Quijote fue concebido durante su cautiverio en Argel y durante su encierro en la cárcel de Sevilla. Finalmente, al declararse padrastro de don Quijote prepara el terreno para decir quién es su “verdadero autor”.

Juan de Jaurégui (atribuido), Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra, ca. 1600. Actualmente en la Real Academia de la Lengua, Madrid.

Al final del capítulo VIII, en la primera parte del Quijote, Cervantes deja en suspenso el duelo entre don Quijote y el Vizcaíno. En el capítulo siguiente explica que no posee el manuscrito que continúa esta historia pero nos sorprende diciendo que lo encontró en la Alcaná de Toledo, la calle de los comerciantes, a donde “llegó un muchacho a vender unos cartapacios y papeles viejos a un sedero”. Cervantes los compra pero están escritos en árabe aljamiado, es decir, con caracteres árabes pero en castellano, de modo que le pide a un morisco aljamiado que lea el manuscrito cuyo título es Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo. De modo que Cervantes pasa de ser el autor y padre del Quijote a una especie de editor y comentarista, padrastro, del manuscrito de Benengeli, estratagema habitual de los escritores de la época para dotar de prosapia a un manuscrito inédito supuestamente escrito en una lengua exótica.

En 1605, año de su primera edición, llegaron a la Nueva España 160 ejemplares de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. De esta forma podemos afirmar que desde hace más de 400 años el Quijote cabalga por el altiplano mexicano. Tal vez por esta larga presencia el antropólogo español, Alejandro Salafranca, asevera que los mejores lectores de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha son mexicanos, porque, en nuestra versión dialectal del idioma español, se conservan muchos de los arcaísmos y paremias (dichos, proverbios) populares presentes en la obra capital de Cervantes.

Frontispicio a partir de Jacob Savery, en Albert Frederick Calvert, The Life of Cervantes, 1905. American Libraries.

De esta manera, desde principios del siglo XVII, la presencia e influencia del “Príncipe de los Ingenios” se ha afincado en la Plaza de San Roque en la ciudad de Guanajuato donde, desde hace 65 años, se escenifican los Entremeses cervantinos. También en esta ciudad, desde hace 45 años, se realiza por toda la ciudad el Festival Internacional Cervantino, así como el Coloquio Cervantino Internacional. De esta forma, en 2005, la ciudad de Guanajuato fue declarada por la UNESCO como Capital Cervantina de América. Pero si lo anterior fuera poco, en este lugar del Bajío de cuyo nombre no puedo olvidarme, la Casa de don Quijote (el Museo Iconográfico del Quijote) y el Caballero de la triste figura (la edición Guanajuato de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha), enterrado en la Plaza del Quijote, encuentran lugar en el corazón de esta ciudad.

Si, como afirma Borges, “somos el río incesante de Heráclito”, si todo cambia incesantemente, también los textos que nos habitan forman parte del cambiante río de Heráclito. Cambian los lectores, que le dan sentido al libro y cada lectura cambia al texto. En el mundo de habla hispana, don Miguel de Cervantes está más vivo y vigoroso que nunca, la prueba fehaciente de esto es el libro 400 años de Cervantes en México.

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